La cultura del tianguis en Tonalá


Todos los jueves y domingos voy al tianguis de Tonalá a trabajar. Es un poco pesado porque tengo que  tomar mi Mercedes Benz en periférico y llegar antes de las ocho de la mañana, si no Don paco reparte mi  lugar, y no quiero ser como los que llamó ambulantes, que andan detrás de él para que les dé un buen lugar donde vender. Las cosas de mi puesto están guardadas en la bodega, me cobran cincuenta pesos al mes, pero no incluyen los servicios de “el Perros”, eso hay que pagarlo aparte. Pero no hay problema, porque el señor en cuanto me ve, me da prioridad a traer mis cosas de la bodega, me cae bien.
Qué bueno que Maty es mi amiga y está a mi lado, siempre me saca de los apuros. Me ayuda cuando hay que poner el puesto, porque una sola persona no puede levantar todos los tubos al mismo tiempo, para eso hay que tener mucha práctica. Cuando se atoran, hay que agarrar un tubo más pequeño para pegarle y que se desatore, pero hay que tener mucho cuidado. Una vez me pegue en la frente y el golpe me duró una semana.
Una de las cosas más entretenidas es poner el puesto. Tengo que ser rápida porque los turistas llegan antes de las 10 a.m. y mínimo tardas hora y media por todo lo que hay que acomodar: poner el mantel del lado no tan sucio para que se vea bonito; acomodar todos los cuellos, poner collares en ellos y tener mucho cuidado que no repitas los colores, excepto los rojos, esos sí se pueden repetir porque se venden muy bien; poner las pulseras de una manera organizada, cuidando que dos pulseras con el mismo diseño no queden juntas y parezca que hay más variedad; colocar los dijes de cerámica no tan cerca del borde porque los niños los tiran y los quiebran y luego no quieren pagar; poner los collares de ochenta pesos en filita para que la gente se los pueda probar; esconder bien la cajita del dinero porque uno nunca; amarrar bien la lona con pericos, porque luego se vuela, como en octubre del año pasado, se me soltó la lona, y por último; colocar dos cajas llenas de mercancía para que sirvan de asiento además, también puedo guardar en ellas mi mochila.
Una vez instalado el puesto, te sientas a esperar que lleguen los clientes. Yo vendo pulseras, collares y corazones de cerámica pintados a mano, se acerca mucha gente, a veces no me compran, pero me da gusto que les llamen la atención y que se queden un rato a verlos. Aunque vaya gente que admira el trabajo, nunca falta quien lo desprecia. Llega el cliente y pregunta el precio. Le parece exagerado, así que intentan regatear, no lo consiguen. No compran nada y se van. Después tengo que volver a acomodar todo de nuevo para que se vean organizado.
 En frente de mí está don David, vende veladoras en forma de calabazas, están bonitas, pero casi no vende. El puesto de la izquierda es de mi amiga Maty, también vende corazones de cerámica. Dos puestos a mi derecha está Lalo, vende títeres de tela. Lalo me cae bien, como casi no vende se aburre. Una vez se quedó dormido sentado en una de sus cajas y se fue para atrás. De mi lado izquierdo está un señor que vende alcancías de personajes de moda. Es graciosos porque no sabe pronunciar los nombres en inglés: Tori estori, mario brox, estar guats, la frosen... pero aun así vende mucho. Yo me llevo bien con todos los compañeros del tianguis, porque cuando tengo que ir al baño o tengo que conseguir cambio, les pido de favor que vigilen mi puesto. A veces me toca cuidarle a Maty, y casi siempre le vendo, ya hasta me aprendí sus precios.
Siempre hay vendedores ambulantes de comida. Pasan con una libreta, anotan tu nombre y al ratito vienen con tu encargo. Luego, cuando creo que no regresaron para cobrarme lo que había comprado de comida, pasa la misma persona con su mandil y le pago. Siempre cargo toallitas húmedas en mi bolsa, para limpiarme las manos, porque es incómodo y riesgoso pararte cada media hora y dejar sin atención el puesto. Yo eso les recomendaría a mis compañeros tiangueros, que siempre carguen un paquete de toallitas húmedas.
            A las 3:30 pm. Es la hora adecuada para comenzar a recoger tu puesto. Empiezo guardando la mercancía en sus cajas. Quito la lona. Desarmo los tubos con los que se sostiene el puesto, Maty me ayuda. Envuelvo los tubos con cinta y espero a que regrese El perros para que se lleve las cosas a la bodega. Le pago. Me despido de Maty. Y me voy.

- Roxana Sierra Palomar 


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