La ironía de las reuniones
En la
actualidad podríamos considerar al smartphone
como un asistente más de las reuniones. Antes los invitados tenían la
cordialidad de preguntar o, por lo menos de avisar, cuando llevarían a una
persona extra en caso de que fuese necesario agregar otro lugar en la mesa o
conseguir más pizza. Ahora, llevan cincuenta personas compactadas dentro de sus
celulares, listas para rescatar a esa alma en desgracia (la causa de la
desgracia es, por supuesto, la reunión).
Todos estamos propensos a convertirnos en ese amigo que se
ha perdido frente a la luz de su pequeño mundo. Algunos poseen un autocontrol
envidiable, mientras que a otros les basta un segundo de distracción de su
interlocutor para perderse por una eternidad en conversaciones casuales con los
invitados no oficiales. Aunque, lo peor de todo, es cuando se encuentran hechizados
por las infinitas imágenes que ofrece el internet. ¡Ah! Y no olvidemos a los
que tienen que documentar cada momento de la fiesta con fotos y videos que
comparten en tiempo real porque no basta compartirlo con los presentes.
Esta popular forma de interacción social ocurre también en
eso que algunos gustan de llamar petit
comité. Suele verse que cuando uno de los individuos de ese reducido y cercano
grupo se convierte en el foco de la conversación, otro considera que el momento
es oportuno para tomar un descanso de la convivencia y adentrarse en las
fascinantes formas de vida brindadas por la tecnología de bolsillo. Ni hablar
de cuando en un tête-à-tête con algún
amigo o pariente, alguno tiene la osadía de prestar más atención a los mensajes
que a la persona que tiene en frente. Jactándome de poder permanecer lejos de
mi teléfono, por lo menos cuando estoy rodeada de personas con las que es posible
mantener una interacción decente, me he encontrado en la vergonzosa situación
de ser la persona ignorada.
Cuando en la reunión ya hay varios ausentes, aparece el
entusiasta que propone dejar los teléfonos al centro de la mesa para asegurar
la interacción entre los invitados de la reunión. Llueven quejas y promesas,
caras molestas, gente que secunda la moción. Finalmente se colocan los
teléfonos en el lugar propuesto. Pero esto durará por un par de horas (si sale bien la cosa)
antes de que un desesperado decida que es momento de revisar alguna llamada
perdida importante y todos comiencen a regresar lentamente al mundo digital.
Por supuesto los teléfonos no son los únicos distractores
en una reunión. He vivido en carne propia la incómoda situación en que la
mayoría de los asistentes llevan pareja y se aíslan del resto, provocando que
aquellos que no tenemos un par que nos complete terminemos en el celular como
intento de no sentirnos tan ignorados. Después de experimentar varias veces
esta situación, lo mejor es buscar una alternativa a esas reuniones, ya sea
llevando un par o inventando una excusa para dejar de asistir. Recuerda,
lector, que es importante tomar las medidas necesarias para que esa excusa se
convierta en algo creíble y obtener la comprensión de los organizadores, que
posiblemente son tus amigos que cumplen años.
Claro que no todo es tan fatal, pues también existen las
parejas que son capaces de convivir con el resto del grupo, aunque actualmente
estas son difíciles de encontrar. Lo mismo ocurre con las personas que pueden
permanecer lejos de sus dispositivos móviles por más de tres (eternas) horas
cuando se encuentran rodeados por un grupo de personas con quienes
supuestamente tienen cosas en común.
-Anónimo
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