¡Ay, camotes!



“¿Sabías que para los chinos es una ofensa que les dejes propina?”, dice el más marro de los marros, ca’on, ¿cuándo chingados fuiste a China? Pregúntale a un mesero chino cuánto gana, hijo, por ay vamos empezando. No seas piojo, hermanito, a un mesero no se le olvida la cara de un piojo, ni esas ni la de los clientes chidos; los que dejan dos tres pueden comer desapercibidos. Yo no estoy insinuando nada, pero sí ten cuidado con los lugares a los que piensas volver, ni sabes todo lo que uno ve dentro de las cocinas.
Yo nomás te digo, imagínate estar en un cuarto de tres por tres con una plancha, una parrilla, seis quemadores, dos freidoras, congelador y la bola de cabrones a cuelgue y cuelgue comandas. A la gente de ay dentro se le mete el diablo. Haz de creer que es cura, pero yo creo que son –somos- el mismo pinche diablo, a mí se me llegó a meter el diablo, es que sí es el pinche infierno, luego te invito, allí como para mayo…  
Y es que cada cocina es un flujo cultural, conoces de todo, no sabes la cantidad de gente que he visto entrar y salir de mi cocina, que no es mía pues, pero como si lo fuera por los años que llevo ahí dentro… ya casi soy jefe de cocina a no ser por la Esthercita, ¡Ah, pa´genio que se carga! gruñona,  bien gruñona, pero le halla re bien a las masas, como dicen, tiene la mano caliente, pues, es de’sas a las que se les inflan las gordas… las tortillas pues. La doñita ya trae cayo, nunca se encamota y si se encamota le echa la culpa al mesero… encamota, simón, así como se oye, ¡jaja!, pos cómo te explico, andar camotes, es como un lapso mental, bien cul… como cuando pierdes el control en el tetris, pierdes el ritmo, te atiborras de comandas… comandas men, pedidos pues.
Es que has de pensar que me alucino, pero la cocina es como el baile, todos uniformados, tu mandil bien puesto, el trapo siempre a la mano, en la cadera amarrado pa´ traer las manos limpias, pues, pa´ entregar limpio lo que tú te chingas… ah, pues así, y con tu cofia, las morritas bien lamidas de la greña, su cofia, nosotros a veces con la gorra, y ya todos boleaditos trabajamos a ritmo, como coreografía, tienes medido tu espacio; yo tengo mis cuatro pasos, ahí junto a la plancha, y siempre un, dos, tres cuatro, la espátula, acomodo, parto, doy la vuelta ¡Atrás caliente! Me echo un grito… tsss, nada como gritar ¡Sale pedido! uy mijo, si vieras, un griterío, se quedan cortos los mariachis, va del ronco pecho, acá es una lluvia de avisos: ¡atrás! ¡voy caliente! ¡gordo! ¡papi! ¡capi! ¡súrteme, voltéame la carne, trabájame la nueve, atiéndeme freidora, monta, sirve, emplata…si al gordo se le quema la milanesa ya cagó el baile, es efecto dominó, se perdió el ritmo… qué sí… uno lee, lee comanda, el chingado papelito, pues, haces cálculo de cocciones, de loza, trabajamos lo tardado y la que sigue, si se pierde el ritmo y uno se encamota y ahí vamos todos.
Ahí es donde se prende el cerro, Esthercita, se desquita con los meseros, o le saca incompleta la comanda, o mandó tierno un huevo que iba bien cocido, o la carne hizo contacto con el camarón y el comensal era alérgico, o los chingados chilaquiles iban sin chile, ¡hazme el chingado favor!
El caos se va hasta la última mesa, se expande el mal, como el fuego, el infierno pisa purgatorio, pues, que porque ya se tardó, porque le llegó mal el plato, porque el mesero salió regañado de la cocina y ya se le tiró el café… y empieza a perderse todo, ya no hay cabrilla, servilleteros, te piden palillos, el menú, la cuenta, una pinche periquera… nombre, cuando el cliente trae morros, eso te lo cuento otro día;  el lavaloza no tiene tazas limpias, ni sucias porque las quiebran todas,  se acabaron los totopos y la cocina está en pinche pausa.
Tenemos gente en espera y los piojosos haciendo sobre mesa mareando su vasito de agua, ay papantla, men, los cuicos, cuando llegan los cuicos… te piden un pinche plato y como tres kilos de tortillas. Y luego los de diario, lo malo de los godinez es que apenas traen pa´ lo suyo, ya hasta uno les va agarrando cariño y les das refil de lo que te halles.  Por fin se desocupan dos tres mesas, el mesero más próximo recoge y mientras el otro está en cocina ya me le picaron los ojos…picar los ojos, simón… es como… pues que ya te torcieron, o sea, que el otro mesero se chingó tu propina.. ¡ya ves, y tú que ni le quieres dejar! Uy, y luego el cabroncito que te mata, eso sí nunca lo hagas, no te vayas sin pagar, ahí sí nos das en la madre.
Total, todo ese merequetengue nomás porque un cabrón perdió el ritmo. Y vieras la pinche ironía, que estando adentro ni ganas de un pinche taco, a puro pan y … agua, de ir al baño ni te dan ganas… pero ese no era el punto, carnal, el punto era el flujo de gente, a los que me he quemado ahí dentro… de todo, men: el más risible, híjole, el pobre vato, con sus tres semestres de gastronomía quiso llegar a poner orden… en las primeras tres comandas su arrocito montadito, su cilantrito pa’dornar, que muy gourmet, el vato, a las veinte comandas ya andaba pidiendo una coca, pero ya lo instruí, te lo juro.
He visto gente graduarse, un ingeniero, una morrita de química que de la escuela al jale, o del jale a la escuela, un viejito jubilado, que de turismo; los foráneos, los que se las dan de varo y te pelean quince pesos de propina, su servilleta, que desde la prepa y sin saber hacer un huevo… y la Esthercita, que yo creo que allí nació, yo creo que la grasa de las paredes y la Esthercita son reliquia en el local… y fíjate, toda esa animalada se aliviana con la propina que tanto ofende a los chinos, ay nomás.


Natalia Ruedas

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